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Obituario | “A Manuel Molina Gálvez” por Andrés Camino

Este verano, que aún da guerra por la humedad y el dichoso calor, está siendo uno de los más tristes y crueles, a la vez, que recuerdo en el mundo cofrade. El pasado mes de julio fallecía Augusto Pansard; en agosto, Rodrigo Martín; y, en septiembre, Manuel Molina. Todos ellos grandes, indiscutibles e históricos cofrades de sus respectivas corporaciones y de la Semana Santa de Málaga.

            La última de las desapariciones ha sido, precisamente, la de Manolo, quien deja una profunda huella en la Cofradía de la Misericordia, por la que se desvivía como nadie y siempre decía “yo soy de la Misericordia”.

            Había nacido en Sevilla pero se sentía y consideraba más malagueño que muchos de los nacidos en la ciudad del Guadalmedina. Cosas de la vida.

            A Manolo lo conocí cuando trabajaba en la biblioteca de la Diputación de Málaga, en la Acera de la Marina. Eran los años 80. Por ese tiempo, llevaba una tupida barba. Años más tarde, y con la construcción del Centro Cultural ‘María Victoria Atencia’, en la calle Ollerías, se estableció allí la biblioteca y, precisamente, comencé a tratarlo más personalmente.

            Manolo y yo mantuvimos -es vox populi– un debate académico, sin perderse el respeto y la admiración mutua, sobre el origen de la denominada ‘Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Buena Muerte y Nuestra Señora de los Dolores’, de la iglesia parroquial del Carmen. Él defendía una teoría y yo otra, pero eso nos llevaba a superarnos diariamente en la investigación para que cada vez que nos volvíamos a ver defendíamos, con más ahínco si cabe, nuestras propias posturas. Ojalá todas las disputas o diferencias fuesen como las nuestras.

            Pese a ello no fue óbice para la colaboración entre ambos. Pensé en él para que, en 2003, fuese presentador de ‘La Saeta’ de Otoño. Se lo propuse y quedó encantado. El acto tuvo lugar en la ermita de Zamarrilla, puesto que la portada ilustraba a la Virgen de la Amargura, que sería coronada canónicamente el 25 de octubre en la Santa Iglesia Catedral. Manolo se lució, como cabía esperar. Con su temple y radiofónica voz encandiló a todos los que nos encontrábamos en el recinto dieciochesco de la calle de los Mármoles, incluido el flamante presidente de la Agrupación, Rafael Recio (Pipo), quien lo elegiría para que pregonase la Semana Santa de Málaga de 2005.

            A partir de ese hito, la popularidad de Manolo se disparó, siendo solicitado por infinidad de hermandades y cofradías de la capital y provincia para que pronunciase pregones o conferencias, o presentase carteles de salida o de alguna efeméride.

            Manolo también hizo sus pinitos en la radio. Formó parte del inolvidable equipo liderado por Félix Gutiérrez en esRadio, convirtiéndose con Augusto Pansard en sus más estrechos colaboradores. Después se unió a ellos José María Vera y, más tarde, Agustín Soler y José Antonio Molero.

            Solo tengo palabras de agradecimiento para este grupo de excelentes cofrades por el interés y el trato dispensado a la revista ‘La Saeta’ cuando se ponía en la calle una nueva edición.

            Los últimos contactos que mantuve con Manolo fueron de hace dos años. Me escribió un email para que le proporcionase una fotografía de Francisco de Asís Cabrera Anaya para la galería de hermanos mayores de la Misericordia que estaba preparando.

            Evidentemente ha dejado un enorme vacío en su hermandad perchelera y, especialmente, lo habrá sentido su inseparable amigo y hermano en Cristo, Agustín Soler, quien recordará los buenos ratos echados en el coro.

            A partir de ahora una nueva estrella resplandecerá en los alrededores de las calles La Serna, los Callejones del Perchel, Eslava y Plaza de la Misericordia.

            Manolo Molina nos ha dejado demasiado pronto pero nunca olvidaremos los golpes y prontos que hacía que nos salieran agujetas en el estómago de tanto reírnos.

            Era un orador increíble. Algunos cofrades contaban que se sacaba del bolsillo de la chaqueta una cuartilla y se pegaba una hora hablando. Eso solo lo podían hacer muy pocos.

            Ha sido uno de los cofrades más destacados de los años finales del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

            Ha tenido que ser en la fecha de la celebración de los cultos en honor de su sagrada titular, la imagen de Nuestra Señora del Gran Poder, cuando Manolo se ha ido al cielo.

            Nuestro más sincero pésame a su viuda y familia, y a los hermanos de la querida Cofradía de la Misericordia.

 

Andrés Camino Romero

Director de la revista ‘La Saeta’

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