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Una perspectiva distinta de la vida en Málaga del obispo San Manuel González motiva un nuevo libro de la colección “Jesús Castellanos”, editado por la revista “La Saeta”

Escrita por el director de la centenaria publicación agrupacionista, Andrés Camino, la publicación aporta novedosas investigaciones sobre la estancia y obra del insigne religioso en nuestra diócesis entre los años 1916 y 1931   

Portada del libro.

MÁLAGA, 3 DE MAYO DE 2022.- El próximo viernes, 13 de mayo, a las 19:30 horas, la sala de Ámbito Cultural de El Corte Inglés (C/ Armengual de la Mota, 7) acogerá el acto de presentación de un nuevo libro de la colección “Jesús Castellanos”, editado por la revista “La Saeta”, titulado “La soledad de Manuel González García. Una aproximación diferente al hombre, obispo y santo”, siendo su autor Andrés Camino, director de la centenaria publicación, órgano oficial de la Agrupación de de Cofradías de Semana Santa de Málaga.

Según la documentación remitida por el propio autor, la descipción y demás detalles de la obra en cuestión se desglosa textualmente en los siguientes apartados y contenidos:

INTRODUCCIÓN

“La vida y obra del obispo Manuel González García ha sido tratada, analizada e, incluso, desarrollada en tesis doctorales, memorias de licenciatura, libros y  artículos, desde ámbitos pastorales, catequéticos y espirituales, echándose en falta una verdadera investigación de aproximación al hombre, con sus virtudes y defectos, que sí los tuvo como cualquier ser humano.

OBJETIVO Y FINALIDAD

El presente trabajo-investigación no pretende ofrecer una visión idealizada, ni siquiera convertirse en un panegírico de don Manuel, solo intenta, con el más absoluto de los respetos, mostrar la realidad de unos hechos, con la documentación en la mano, desde su llegada a Málaga, en 1916, hasta su exilio de la ciudad, en 1931, a la que jamás volvería. 

Manuel González García nunca encontró el calor fraternal que él esperaba de los miembros del Cabildo de la Santa Iglesia Catedral cuando entró en la Diócesis malacitana en calidad de Obispo Auxiliar, por la avanzada edad y estado de salud del obispo propio, Juan Muñoz Herrera. La cuestión era muy sencilla. Los partidarios del titular de la sede episcopal no veían con buenos ojos la designación de un Auxiliar por la Santa Sede por dos motivos fundamentales: el primero, porque perdían la privilegiada cuota de poder adquirida por la cercanía con el obispo Juan, quien les permitía actuar y participar en asuntos del gobierno diocesano; y, el segundo, por el deseo del Obispo Auxiliar de querer asumir competencias y facultades que, en absoluto, le correspondían, mostrándose todas estas diferencias de criterio en los libros de actas del estamento capitular.

Con el titular de la sede episcopal, cuyo capítulo I está dedicado a él precisamente para situar al lector en un contexto histórico, mantuvo serios desencuentros, por decirlo de algún modo, como atestiguan los documentos expuestos en el capítulo II. Con el tiempo, en 1923, el grupo de dignidades y canónigos leales al difunto don Juan, dirigió un escrito al nuncio apostólico en Madrid, monseñor Federico Tedeschini, denunciando ciertas prácticas y procedimientos impropios, usados por el ya nombrado obispo Manuel González García.

Dentro de las acciones emprendidas por éste como Prelado, durante el período comprendido entre 1920 y 1935, destaca, sobre todo, la construcción de un nuevo Seminario. También se resaltan las visitas pastorales, las distinciones concedidas a destacados fieles, las relaciones con las hermandades y cofradías, la muerte del padre jesuita Tiburcio Arnaiz, las atenciones y ayudas a sacerdotes, entre otros asuntos.

En el texto se trasluce la absoluta soledad de don Manuel González cuando el Palacio Episcopal fue incendiado por una turbamulta en la jornada del 12 de mayo de 1931, y sin que nadie saliera a prestarle ayuda, ni tan siquiera a darle hospedaje o cobijo por temor a que el domicilio en cuestión fuese asaltado por las hordas, viéndose, por consiguiente, abocado a recurrir al exilio en Gibraltar.

Tras unos meses de estancia en la colonia inglesa, se estableció en Ronda y después pasó a Madrid y de aquí a Roma, en la Visita ad Limina, y vuelta a la capital de España, donde fijaría definitivamente su residencia en el número 5 de la calle Blanca de Navarra. Sobre este tenor escribía una carta el 29 de noviembre de 1932 dirigida a una conocida suya, María G. del Castillo, en los siguientes términos: “Este pobre desterrado y turista a la fuerza, con la maleta a cuestas casi cuatro meses para dar larga a mi regreso a Ronda desde donde me lo pedían, he tenido que quedarme aquí por orden de mis superiores jerárquicos, pues ni en Ronda ni en Málaga me quieren”.

Durante su forzada huida, el Obispo se sintió desamparado al no verse querido ni correspondido por el pueblo de Málaga, dadas las continuas recomendaciones recibidas por parte de autoridades políticas y particulares que lo visitaban o escribían, para que no retornase a la ciudad. Esta cuestión era, sin duda, sintomática de que algo subyacía, dado que tanto sus ‘teóricos’ defensores como sus detractores coincidían en ese asunto. No pudo volver por sentirse inseguro y, además, por encontrarse el Palacio Episcopal, su casa, en el mismo estado en que quedó con el asalto y quema en los Sucesos de Mayo de 1931.

El Obispo se vio obligado, por tanto, a dirigir la Diócesis desde la lejanía y mantuvo una correspondencia periódica con el Nuncio Apostólico, contándole sus cuitas, informándole de la situación económica por la que atravesaba la misma, del cese de funciones a sacerdotes por falta de compromiso, de los intentos de recuperación del Palacio Episcopal y de los templos que habían sido asaltados y pasto de las llamas en los referidos acaecimientos, como el recinto sagrado del Sagrado Corazón de la Compañía de Jesús, felizmente reabierto al culto en 1934, aunque dos años después, con la Guerra Civil, volviera a sufrir los ataques de los enemigos de la Iglesia Católica.

En dicho periodo se creó un movimiento de sacerdotes y fieles pidiendo el regreso y un acto de desagravio al Obispo que, finalmente, quedó en eso, en un vano intento sin más. Por otra parte, don Manuel fue acusado por particulares y anónimos de no haber prestado la suficiente atención a su grey como Pastor. En definitiva, estos son algunos de los temas que se abordan en las próximas líneas.

ESTUDIO

Es riguroso y serio, apoyándose en fuentes documentales, y, al mismo tiempo, respetuoso con los personajes que se tratan y, muy especialmente, con el obispo Manuel González. No contiene juicios de valor, porque no es la finalidad del mismo hacerlos, tan solo se plantean hipótesis en aquellos casos en que los documentos revisados no arrojan la suficiente luz para el esclarecimiento de asuntos que se abordan.  Es necesario hacer constar que se ha omitido las identidades de algunos sacerdotes por considerarse innecesarias, pese a que sus actitudes y comportamientos fuesen reprobables e indecorosos con ciertas formas de proceder. Estas líneas no están escritas para juzgar ni vilipendiar absolutamente a nadie, sino para dar cuenta de unos hechos del orden clerical, que tuvieron lugar entre 1896 y 1940; y de unos acontecimientos políticos y sociales, acaecidos en 1931, difíciles de borrar de la memoria colectiva por cuanto aconteció en apenas 48 horas y que, jamás, deberían volver a repetirse.

La figura de don Manuel, denostada en los años treinta como habrá ocasión de verificar, se acrecentó tras su muerte, sucedida en 1940, en buena medida por la labor de engrandecimiento llevada a cabo por las Hermanas Misioneras Eucarísticas de Nazaret, la congregación religiosa que él fundó, en colaboración con su hermana María Antonia, el 3 de mayo de 1921. Tras la atribución de dos milagros, valorados y reconocidos por una Comisión de Teólogos, se le declaró, primeramente, beato y,  luego, santo de la Iglesia Católica.

FUENTES CONSULTADAS

Evidentemente las más importantes se encuentran en el Archivo Secreto Vaticano  que, desde el año 2019, ha pasado a ser denominado Archivo Apostólico Vaticano a instancias del papa Francisco. En este archivo he podido acceder a fondos documentales desclasificados por las autoridades vaticanas sobre el obispo Manuel González García. La documentación revisada -en español e italiano, si bien los textos de esta última lengua los he traducido a nuestro idioma-, y empleada para la realización de este estudio, corresponde expresamente a la Sección de la Nunciatura Apostólica de Madrid, al período comprendido por los representantes de los pontífices León XIII (1878-1903), Pío X (1903-1914), Benedicto XV (1914-1922) y Pío XI (1922-1939) en España. A saber por: monseñor Arístides Rinaldi (1899-1907), monseñor Antonio Vico (1907-1912), monseñor Francesco Ragonesi (1913-1921) y monseñor Federico Tedeschini (1921-1935). De este último, de Tedeschini, hay documentos que todavía están sin desclasificar. Sirva de ejemplo el nombramiento, en 1935, de Manuel González García como nuevo obispo de Palencia, cuyo expediente podría desvelar una preciada e interesante información.

Como fuentes complementarias del Archivo Vaticano, he contado con los fondos del Archivo del Cabildo de la Catedral de Málaga (las actas capitulares hasta 1921, a tenor del Reglamento de los Archivos de la Iglesia en España de 1976 que no permite la consulta de menos de cien años, y la colección de Boletines Oficiales del Obispado o con la denominación de Boletines Oficiales Eclesiásticos del Obispado desde mediados del año 1916), del Archivo Histórico Municipal de Antequera (los libros sacramentales y los padrones vecinales), del Archivo Municipal de Málaga (las actas capitulares y la prensa), del Museo de Arte y Costumbres Populares, Colección Narciso Díaz de Escovar (la documentación y la prensa) y de la Agrupación de Cofradías de Semana Santa (los libros de las actas de juntas generales). También he hecho uso de las consultas bibliográficas y electrónicas, tan necesarias para el período histórico al que se circunscribe el presente trabajo”.

Andrés Camino, autor del libro.

ANDRÉS CAMINO ROMERO

Nació en Málaga, en 1964. Estudió en los Colegios “Cristo de Mena” y el “Inmaculado Corazón de María”, y en la Escuela de Formación Profesional “San Bartolomé” (Salesianos). Doctor en Historia por la Universidad de Málaga, con la tesis doctoral “La Casa de Dios en Málaga: La Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo y la iglesia-hospital de San Julián”. Director de la revista “La Saeta” desde 1997 e impulsor de las ediciones de “Otoño” en 1999 y “Primavera” en 2016. Cronista de la Agrupación de Cofradías entre 2009 y 2012. ‘Premio Málaga Investigación 2021’, con el trabajo titulado: “La soledad de Manuel González García. Una aproximación diferente al hombre, obispo y santo”. Tiene publicados casi tres centenares de artículos en prensa y revistas especializadas y una veintena de libros sobre biografías, religiosidad popular y Semana Santa, entre los que destacan: “Breve historia de un Cristo olvidado. Aproximación histórica a la desaparecida Hermandad del Santo Cristo de Cabrilla”, “Vida y obra del presbítero Alonso García Garcés”, “La Archicofradía de la Expiración. Cien años de historia a través de la fotografía (1920-2020)” y “Personajes de la Semana Santa de Málaga. Vida y obra de 72 cofrades”. Asistente y ponente en congresos y simposiums de Historia, Arte y Religiosidad Popular. Desde hace más de una década investiga en el Archivo Apostólico Vaticano. Es colaborador habitual de “Pasión del Sur”, del Diario “Sur”, desde 1999. Pertenece a la Cofradía de las Penas, la Archicofradía de la Expiración y la Hermandad de la Victoria.

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